[...] Como se puede comprobar, en zona roja fueron
asesinados intelectuales de primera fila como Ramiro de Maeztu, y toda una
nómina de escritores y periodistas, miembros destacadísimos de las diversas
Universidades, de las Academias, de las Escuelas de Ingenieros y Maestros, de la Asociación de la Prensa , de la Alta Magistratura
Judicial, de los Colegios Profesionales y de multitud de centros culturales…
Si a ellos sumamos los que tuvieron que abandonar la
retaguardia republicana por su propia seguridad como Ramón Menéndez Pidal,
Manuel García Morente, Américo Castro, Claudio Sánchez Albornoz y Gregorio
Marañón, por citar a algunos, el mito de la identificación entre el mundo de la
cultura y la zona republicana resultará difícilmente sostenible. Como escribió
Ortega y Gasset:
“Mientras en Madrid los comunistas y sus afines obligaban,
bajo las más graves amenazas, a escritores y profesores a firmar manifiestos, a
hablar por radio, etc., cómodamente sentados en sus despachos o en sus clubs,
exentos de toda presión, algunos de los principales escritores ingleses
firmaban otro manifiesto donde se garantizaba que esos comunistas y sus afines
eran los defensores de la libertad” [José Ortega y Gasset, La rebelión de las
masas, Madrid: Espasa-Calpe, 1972, p. 167].
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